June 5th, 2025
by Edgard Möller
by Edgard Möller

Vivimos en una sociedad que ve el trabajo como una simple carga o un medio para obtener ingresos. Algunos incluso lo consideran un mal necesario, un obstáculo entre nosotros y lo que verdaderamente importa. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, el trabajo tiene un propósito mucho más profundo: fuimos creados para trabajar, mediante él honramos a Dios y, aun después de la caída, el Evangelio redime nuestro esfuerzo diario.
El Dios que trabaja
Desde la primera página de la Biblia vemos que Dios es un Dios trabajador. Él creó los cielos y la tierra en seis días (Génesis 1:1), y al séptimo día descansó, no por agotamiento, sino para establecer un ritmo de vida y enseñar el valor del descanso después del trabajo realizado (Génesis 2:1–3).
Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, ejemplificó la diligencia. En su vida personal, ejerció el oficio de carpintero (Marcos 6:3; Mateo 13:55). Él afirmó que "mi Padre hasta ahora trabaja, y yo también" (Juan 5:17). Durante su ministerio público, dedicó sus días a predicar, enseñar, sanar y servir a otros. Su propósito era claro: "Me es necesario hacer las obras del que me envió mientras dure el día" (Juan 9:4). En su oración final al Padre, declaró: "He terminado la obra que me diste que hiciera" (Juan 17:4).
Esto nos revela una verdad fundamental: el Dios de la Biblia es activo, diligente, creador y productivo. En consecuencia, la pereza, la procrastinación y el descuido en nuestras tareas son contrarios al carácter divino. Como enseña Pablo en 2 Tesalonicenses 3:10–12, quien no quiera trabajar, que tampoco coma. Dios espera que sus hijos sean trabajadores, ordenados y responsables.
Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, ejemplificó la diligencia. En su vida personal, ejerció el oficio de carpintero (Marcos 6:3; Mateo 13:55). Él afirmó que "mi Padre hasta ahora trabaja, y yo también" (Juan 5:17). Durante su ministerio público, dedicó sus días a predicar, enseñar, sanar y servir a otros. Su propósito era claro: "Me es necesario hacer las obras del que me envió mientras dure el día" (Juan 9:4). En su oración final al Padre, declaró: "He terminado la obra que me diste que hiciera" (Juan 17:4).
Esto nos revela una verdad fundamental: el Dios de la Biblia es activo, diligente, creador y productivo. En consecuencia, la pereza, la procrastinación y el descuido en nuestras tareas son contrarios al carácter divino. Como enseña Pablo en 2 Tesalonicenses 3:10–12, quien no quiera trabajar, que tampoco coma. Dios espera que sus hijos sean trabajadores, ordenados y responsables.

El diseño original
Desde el principio, Dios no solo trabajó, sino que también creó al ser humano con el propósito de trabajar. Génesis 1:26–28 muestra cómo el Creador hizo al hombre a su imagen y semejanza, encomendándole responsabilidades específicas: ejercer dominio sobre la tierra, ser fecundo, multiplicarse y administrar la creación.
En Génesis 2:15, Dios puso a Adán en el huerto del Edén para cultivarlo y cuidarlo. Este mandato, dado antes de la caída, demuestra que el trabajo no es un castigo sino una vocación divina. El trabajo es una manifestación de la imagen de Dios en nosotros. Como Él, estamos llamados a organizar, desarrollar, embellecer y administrar su creación.
Pensadores como Francis Schaeffer y J.R.R. Tolkien describieron al ser humano como "subcreador". Si bien solo Dios puede crear de la nada, el ser humano —dotado de inteligencia, creatividad y habilidades divinas— puede transformar y construir cosas valiosas a partir de lo existente. Ya sea cultivando la tierra, diseñando software, preparando alimentos, manteniendo espacios limpios o dirigiendo empresas, participamos en esta vocación original. David Bahnsen afirma: "Él nos hizo a su imagen y semejanza. Lo dice cuatro veces en dos versículos del primer capítulo de Génesis, y que lo que íbamos a hacer era dominar la tierra, llenarla, ser fructíferos, multiplicarnos, llenar la tierra. Así que primero debo comenzar con la idea de que muchos cristianos han reducido esto a un mandamiento procreativo, que debíamos tener muchos hijos. Y de ninguna manera quitaría que es procreativo, pero me opondría a la idea de que es solamente procreativo, porque ¿cómo íbamos a llenar la tierra sin construir caminos y sistemas de irrigación y las diversas manifestaciones de la civilización? Así que desde el principio mismo, el establecimiento inicial del deseo de Dios de estar con nosotros y encomendarnos lo que estaríamos haciendo en la tierra —todo antes de que el pecado entrara en el mundo y ocurriera la caída— estamos leyendo sobre cómo Dios nos hizo con el propósito de estas grandiosas empresas, que pueden resumirse en la palabra trabajo."1
Es erróneo a su vez pensar que únicamente los trabajos ministeriales "sirven a Dios". Todo trabajo honesto puede glorificarlo. El trabajo fue y continúa siendo un regalo divino.
En Génesis 2:15, Dios puso a Adán en el huerto del Edén para cultivarlo y cuidarlo. Este mandato, dado antes de la caída, demuestra que el trabajo no es un castigo sino una vocación divina. El trabajo es una manifestación de la imagen de Dios en nosotros. Como Él, estamos llamados a organizar, desarrollar, embellecer y administrar su creación.
Pensadores como Francis Schaeffer y J.R.R. Tolkien describieron al ser humano como "subcreador". Si bien solo Dios puede crear de la nada, el ser humano —dotado de inteligencia, creatividad y habilidades divinas— puede transformar y construir cosas valiosas a partir de lo existente. Ya sea cultivando la tierra, diseñando software, preparando alimentos, manteniendo espacios limpios o dirigiendo empresas, participamos en esta vocación original. David Bahnsen afirma: "Él nos hizo a su imagen y semejanza. Lo dice cuatro veces en dos versículos del primer capítulo de Génesis, y que lo que íbamos a hacer era dominar la tierra, llenarla, ser fructíferos, multiplicarnos, llenar la tierra. Así que primero debo comenzar con la idea de que muchos cristianos han reducido esto a un mandamiento procreativo, que debíamos tener muchos hijos. Y de ninguna manera quitaría que es procreativo, pero me opondría a la idea de que es solamente procreativo, porque ¿cómo íbamos a llenar la tierra sin construir caminos y sistemas de irrigación y las diversas manifestaciones de la civilización? Así que desde el principio mismo, el establecimiento inicial del deseo de Dios de estar con nosotros y encomendarnos lo que estaríamos haciendo en la tierra —todo antes de que el pecado entrara en el mundo y ocurriera la caída— estamos leyendo sobre cómo Dios nos hizo con el propósito de estas grandiosas empresas, que pueden resumirse en la palabra trabajo."1
Es erróneo a su vez pensar que únicamente los trabajos ministeriales "sirven a Dios". Todo trabajo honesto puede glorificarlo. El trabajo fue y continúa siendo un regalo divino.

El problema: la caída
Aunque el trabajo fue parte del diseño original, el pecado trajo consecuencias dolorosas. En Génesis 3:17–19, Dios le dice a Adán que la tierra será maldita por su causa, que producirá espinos y que deberá trabajar con el sudor de su frente. El trabajo dejó de ser una experiencia puramente grata para convertirse en una tarea ardua, frustrante y, en ocasiones, injusta.
Esta es nuestra realidad actual. El cansancio, la insatisfacción laboral, los jefes difíciles, las condiciones injustas y la monotonía son síntomas de un mundo quebrantado. Sin embargo, esto no significa que debamos abandonar nuestra vocación de trabajar. Por el contrario, necesitamos una visión redimida del trabajo a través del Evangelio.
Esta es nuestra realidad actual. El cansancio, la insatisfacción laboral, los jefes difíciles, las condiciones injustas y la monotonía son síntomas de un mundo quebrantado. Sin embargo, esto no significa que debamos abandonar nuestra vocación de trabajar. Por el contrario, necesitamos una visión redimida del trabajo a través del Evangelio.
El evangelio transforma nuestra perspectiva
Una pregunta fundamental es: si rendiremos cuentas a Dios por toda nuestra vida, ¿cómo debemos considerar el hecho de que dedicamos gran parte de ella al trabajo?
Según estadísticas que muestra la revista Expansión, el mexicano promedio dedica más de 2,100 horas anuales al trabajo remunerado, 432 horas al traslado y entre 1,000 y 2,600 horas a las labores del hogar. Nuestra vida está mayormente ocupada en trabajar, trasladarnos al trabajo y realizar tareas cotidianas. Por esta razón, nuestra actitud hacia el trabajo tiene un profundo significado espiritual.
Pablo exhorta en 1 Corintios 10:31: "Ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios". Esto incluye, naturalmente, nuestro trabajo. En Colosenses 3:23–24 nos recuerda que trabajamos "como para el Señor y no para los hombres", sabiendo que de Él recibiremos la recompensa.
Cuando un cristiano percibe su trabajo como un servicio a Cristo, su motivación se transforma. Ya no trabaja únicamente por dinero, reconocimiento o estatus, sino por fidelidad al Señor. Sea que ejerzas como médico, maestro, albañil, abogado o madre de familia, puedes honrar a Dios con tu labor diaria. El mismo trabajo, contemplado con una actitud diferente, se vuelve transformador.
Según estadísticas que muestra la revista Expansión, el mexicano promedio dedica más de 2,100 horas anuales al trabajo remunerado, 432 horas al traslado y entre 1,000 y 2,600 horas a las labores del hogar. Nuestra vida está mayormente ocupada en trabajar, trasladarnos al trabajo y realizar tareas cotidianas. Por esta razón, nuestra actitud hacia el trabajo tiene un profundo significado espiritual.
Pablo exhorta en 1 Corintios 10:31: "Ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios". Esto incluye, naturalmente, nuestro trabajo. En Colosenses 3:23–24 nos recuerda que trabajamos "como para el Señor y no para los hombres", sabiendo que de Él recibiremos la recompensa.
Cuando un cristiano percibe su trabajo como un servicio a Cristo, su motivación se transforma. Ya no trabaja únicamente por dinero, reconocimiento o estatus, sino por fidelidad al Señor. Sea que ejerzas como médico, maestro, albañil, abogado o madre de familia, puedes honrar a Dios con tu labor diaria. El mismo trabajo, contemplado con una actitud diferente, se vuelve transformador.

La actitud que honra a Dios
Dios no solo se interesa en el "qué" de nuestro trabajo, sino también en el "cómo". Se nos llama a trabajar con integridad, respeto, diligencia y excelencia. La Biblia ofrece orientación clara para quienes sirven en situaciones difíciles. En 1 Pedro 2:18 y en Tito 2:9, se instruye a los siervos a obedecer incluso a los amos difíciles. No se trata de aprobar la injusticia, sino de demostrar que el creyente responde a una autoridad superior: Cristo.
Efesios 6:5–8 nos enseña que debemos servir "de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres", sabiendo que Dios recompensará toda obra realizada con fidelidad. Esta perspectiva transforma nuestra actitud ante un entorno laboral adverso: no trabajamos para complacer a los hombres, sino para servir a Cristo.
Efesios 6:5–8 nos enseña que debemos servir "de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres", sabiendo que Dios recompensará toda obra realizada con fidelidad. Esta perspectiva transforma nuestra actitud ante un entorno laboral adverso: no trabajamos para complacer a los hombres, sino para servir a Cristo.
El trabajo como adoración
La teología del trabajo nos enseña que cada jornada laboral representa una oportunidad para adorar a Dios, servir al prójimo y desarrollar el mundo que Él creó. No necesitamos cambiar de empleo para vivir con propósito; a veces, lo que necesitamos es un cambio de corazón.
Dios nos ha llamado a trabajar, no solo para producir, sino para reflejar su imagen, contribuir al bien común y glorificarle. Al comprender esto, el trabajo deja de ser una maldición y se transforma en una misión.
Dios nos ha llamado a trabajar, no solo para producir, sino para reflejar su imagen, contribuir al bien común y glorificarle. Al comprender esto, el trabajo deja de ser una maldición y se transforma en una misión.
1, De Breakpoint: Sports Betting, the Super Bowl, and the Value of Work with David Bahnsen, 14 feb 2025.
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